Es un rumor, lo siento leve, pero sé lo que viene detrás, me va a doler y mucho. Mi cuerpo se prepara para el impacto como en un accidente de coche, se tensa, se aprieta, se cierra en una coraza intentando eludir el dolor. Sucede con las migrañas recurrentes o con el cólico nefrítico, por ejemplo. Los testimonios al respecto son muy claros: generación de ansiedad, mal humor, retirada del contacto (no estoy para nadie), crispación del cuerpo con dolores añadidos en cervicales (zona de control), espalda, costillas, mandíbula, ano, etc. “Me va a doler, y mucho, prepárate”, se dicen de manera consciente o inconsciente, pero ¿saben hacerlo de manera eficiente?

Aprender a gestionar la psique, y en concreto, la anticipación del dolor es fundamental. Primero porque no siempre corresponde a una realidad posterior, y la preparación para ese impacto, es como en tantas otras ocasiones de nuestra vida, una ansiedad para nada, o lo que es peor, para sufrir hoy por un motivo psicológico, no fisiológico. Para ello es importante ir haciendo chequeos cada cierto tiempo (la periodicidad depende de la enfermedad) valoraciones del uno al diez, de cómo es el dolor real ahora. Respira profundamente, vuelve al presente, observa cómo se mueven tus pulmones y tu cuerpo con la respiración, resetea tu memoria del dolor y evalúa otra vez, sin prejuicio. Hazlo al menos hasta que alcance un 8 sobre 10, momento en que realmente el dolor se ha instaurado, y borrar la huella dejada en cuerpo, mente, emoción y espíritu lleva más tiempo, días, incluso semanas dependiendo del trauma. Trataremos sobre qué hacer en ese caso más adelante.

Segundo, y aunque parezca contradictorio con el primero, la alerta temprana es buena para reaccionar con lo que sí que se puede hacer. Ahí, el apoyo farmacológico es una ayuda del siglo XXI que sólo los curanderos del medioevo rechazarán, por conflicto de interés. En el caso de los cólicos nefríticos, por ejemplo, el conocedor por experiencia, como yo, sabe diferenciarlo de un dolor de espalda, y lo mejor que puede hacer es doparse cuanto antes para que el nivel de intensidad no se instaure en el cuerpo físico y energético, momento en el que incluso la morfina no parece hacer gran cosa para el dolor. En mi caso personal, aunque lo pude reconocer 30 años después de la primera crisis, sostuve el dolor agudo durante 4 horas hasta que me vieron en las segundas urgencias (no tuve la serenidad de chequear y donde fui al principio era solo traumatológico, razón por la que tuve que esperar a llegar a otro hospital, es decir, aprende de mi error y pregunta bien donde debes ir antes de salir de casa). Cuando por fin me trataron el dolor ya estaba tan instaurado que medicamentos como la buscapina fueron más ayuda para la facilitación del proceso de gestión de la crisis, que la propia morfina, que aunque me calmó la ansiedad, no quitó la sensación de dolor ya instaurada en forma de lo que visualizaba como una garra de una pantera negra, clavada en mi riñón derecho. (las visualizaciones para determinar y sanar correlatos arquetípicos y energéticos con importantes, por eso lo menciono)

Acudir prontamente, autogestionando la ansiedad, a un centro de urgencias adecuado y cercano a la primera intuición de que un dolor así viene, es importante, como digo, porque después, los diferentes cuerpos se quedan con la memoria del dolor cristalizada, y deshacer eso no es sencillo. Además, evitar llegar a un umbral así, se debe evitar también ciertas drogas, cuyos efectos secundarios pueden causar un dolor añadido a una persona ya saturada de por sí (en mi caso la morfina bloqueó mi digestivo, que solo pude disolver con 4 días de espera, laxantes y … chi Kong en la cama, con el gotero puesto. Hablaremos de esta gimnasia más adelante, pero me parece fundamental recordar que el movimiento ayuda en muchos procesos con gran alivio (nunca entenderé que no dejen moverse a una parturienta, por ejemplo). Los hospitales son lugares donde sobrevivir con ayuda, eternamente agradecido, pero uno no puede soltar la responsabilidad de su propia vida y proceso de sanación, porque se hace víctima, pierde su poder, y con el tiempo encamado, la vitalidad, el humor y hasta el amor por la vida desaparecen. Así, muchos enfermos crónicos pierden la autoestima y el aprecio por la vida, hasta el punto de suicidarse.

En conclusión, sí, te va a doler, pero que no haya pánico ni resignación. Pide ayuda y haz lo que debas y sepas diligentemente para prevenir y no aumentar ese dolor, y menos precipitarlo de manera exponencial con ansiedad. Respira, gobierna, mantén la cabeza por encima del agua, para no ahogarte. Mi experiencia personal y con clientes es que la gestión de la atención, mindfulness, incorporando el cuerpo, el movimiento, la respiración y una cabeza clara, reduce el dolor entre un 15 y un 35 %, lo que en muchos casos es la diferencia entre la desesperación y la cordura. Tú eliges.

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